El plan estaba claro: hoy íbamos a Neunkirchen a celebrar mi cumpleaños. Empezamos puntualmente, a las 17 horas. Entre Heusweiler y Kreuz Saarbrücken, a unos 120 km en el carril de adelantamiento, oímos ruidos extraños. Al principio pensamos que era el firme, pero no estábamos seguros. Así que justo 600 metros antes del cruce alquilamos el arcén.
Ya no había neumático en el trasero izquierdo, todo el flanco había desaparecido, la banda de rodadura -con suerte- salvó la llanta de aluminio, que afortunadamente no salió volando. Busqué un triángulo de advertencia, lo encontré y lo puse muy por detrás del coche.
Y entonces llamé al ADAC, porque no trabajo en el coche en el lado de la autopista. En realidad, el seguro luxemburgués TOTAL debía encargarse de ello, pero el empleado del teléfono reaccionó con bastante brusquedad y se refirió a su hora de cierre antes de colgar sin más.
Casi 2 horas después llegó el hombre del ADAC, que había entendido mal la ubicación y nos buscaba en la autopista equivocada. Dios mío, este es un trabajo miserable. Cada vez que aparecía un camión, el trabajo se interrumpía, el hombre iba detrás de mi coche hasta que el camión se iba, y luego continuaba. De alguna manera significativa. También es revelador que en todo el tiempo que estuvimos parados allí, ni un solo conductor hubiera levantado el pie del acelerador.
Bueno, todo fue bien, la rueda de repuesto puesta, las formalidades hechas y de nuevo a casa, los cuatro con las rodillas temblorosas.